Tü Opinión
Retirada (II)
Segunda parte del artículo de Juanma Agulles
02/11/2011 - 15:17
La rueda gira, qué duda cabe, y ahí están todos esos sanadores espirituales que nos lo recuerdan, y nos plantean que somos una energía del cosmos y que, en realidad, nada importa mientras nos lo tomemos bien. Que todo 'depende de uno mismo'. Razonarían igual ante un pelotón de fusilamiento: 'Acepta las balas como vienen, depende de ti asumirlas y superarlas'. A los muertos, claro, no les tienen que rendir cuentas de la falsedad de su método.
Hasta ese punto hemos llegado. Volvemos a ser religiosos sin tener comunidad ni iglesia a la que someternos. Nuestra miseria moral es la medida de todas las cosas. Y luchamos a brazo partido por ser autónomos, independientes, maduros... personas de pega, sin un atisbo de profundidad, tan irreales como las imágenes que imitamos hasta en lo más íntimo. Comemos sucedáneos de alimentos, hacemos tareas que sustituyen a un verdadero trabajo, nos divertimos como imbéciles con las falsificaciones más mediocres de una verdadera relación lúdica con el mundo, amamos el amor de las películas y los anuncios, de las fotos en la publicidad y el exhibicionismo de Internet; en lugar de una ética nos pertrechamos con cuatro técnicas de adoctrinamiento espiritual, y con eso nos lanzamos al mundo, con la inconsciencia más desenvuelta. No podemos, por eso, amar nada seriamente.
No queremos hacer el esfuerzo de enfrentarnos al mundo con esa paciencia de los locos, de cultivar relaciones por la mera alegría de compartir, de darnos sin trampas. Y eso, poco a poco, nos va convirtiendo en seres inermes, totalmente incapacitados para conmoverse. Todo nos da miedo, aquello que nos cuestiona, sacude nuestra mentira y hace agitarse nuestro debilitado espíritu, nos encargamos de asesinarlo enseguida, de soterrarlo bajo un montón de escoria, para después buscar las excusas pertinentes: "En este momento no me conviene. Ahora quiero centrarme en mí. No me quiero dejar llevar". Como dijo Maugham: 'La gente no busca razones para hacer lo que hace; busca excusas'.
Así que, a estas alturas, ya nos vamos viendo mucho mejor: qué cadáveres más bonitos seremos; nada habrá inquietado nuestras vidas esterilizadas, todo habrá transcurrido en la calma más absoluta, tan a distancia de nosotros mismos que nos habrá parecido que casi no ha habido dolor. Tal vez un pequeño desengaño, algún deseo insatisfecho, pero nada, al fin y al cabo. Lo habremos tenido todo tan sencillo que las ruinas a nuestro alrededor, la visión de la muerte y la miseria a pocos pasos, no habrán podido inquietarnos. Habremos amado con las cuotas claras, los plazos definidos y los intereses fijos. ¡Qué maravilloso plan de vida!
En nuestras casas, nuestro trabajo, nuestras escuelas y universidades debería colgar, en un lugar bien visible, el siguiente cartel: 'Bienvenido al mundo de las personas sensatas. Por favor, deje su cerebro a la entrada'.