Entrevistas  

Albert Pla: 'No sé'

El artista catalán, ilusionado ante la entrevista del año

  Albert Pla llega al Gran Teatre d’Elx el próximo 29 de mayo con su nuevo espectáculo, La Diferencia. Hace poco más de un año este singular personaje nos concedía una “entrevista” que nuestro redactor de Üalà contaba así:

  Acabo de colgar el teléfono a Albert Pla. Se me ha quedado cara de gilipollas, es decir, más de la que tengo habitualmente. En realidad me lo esperaba. Mientras me documentaba para hablar con este fenómeno, leía artículos donde los periodistas mostraban, ora su impotencia, ora su desesperación, porque “no hilvana dos frases seguidas” o “sólo contesta monosílabos”. No será para tanto, me digo, es un tío creativo, se dedica a comunicar: hace cine, teatro, música. Decido tomármelo con humor. Desde la primera pregunta, Pla hace honor a su nihilismo. Efectivamente, ha sido tan fácil acceder a él como difícil sacarle tres palabras seguidas. Sus dos favoritas, “no sé”, acompañadas muchas veces por una risa ahogada en desidia. Y sin embargo, amable. Me ha parecido un tío amable. Este mes actuará en el Paraninfo de la UA (miércoles 12) y en el Gran Teatre d’Elx (sábado 15) con una obra multimedia que representa desde junio del año pasado: El malo de la película.

  Creo que estoy nervioso, como si fuera mi primera entrevista. Y mira que ya llevo unas cuantas. Cuando termino por convencerme de que resultaría estéril tener expectativas durante los próximos minutos, llamo por fin a Albert Pla, intentando desterrar mis prejuicios y mis miedos. Yo soy un tío majo. Algo me dirá. Y algo me dice. Hola, ¿cómo va la gira? ¿Qué tal te has encontrado con este nuevo espectáculo? “De puta madre, muy bien”. Dos palabras por pregunta, genial. Sabías a lo que venías, me repito mientras se me escapa una sonrisa estúpida. ¿Cómo reacciona el público? “En general se ríen, es una comedieta”. Eso son más de dos palabras. He triunfado en la segunda cuestión. Soy un crack, Quintero.

  Sí, El malo de la película es una “comedieta”. Le pido que nos explique de qué trata y me responde, claro: “Es una peli con créditos al principio que acaba con un final”. Olé. No me da un ataque de epilepsia porque, para mi sorpresa, continúa hablando. Pero ya me ha quedado claro que de los dos, él es el crack.

  “Es la historia de un abogado que va por la carretera con su coche hacia un paraje en el que quiere construir un polígono. Y nada, va viendo cosas, llueve, hace sol… Son sus pensamientos, ya sabes, cuando vas en el coche solo y vas pensando mucho…”. El malo de la película es, en realidad, lo que me acaba de contar.

  Protagonizado por el cantautor y Judit Farrés (coautora del argumento y responsable de la banda sonora de la película), narra la historia de un abogado que se dirige hacia un paraje idílico, verde y lleno de vida, para convertirlo en un polígono industrial.  Durante el trayecto, reflexiona acerca de… acerca de… Reflexiona. Ah, sí, y hay lluvia y sol. El trasfondo de la historia es la corrupción urbanística, el hecho de cambiar verde por gris. Bosques por asfalto.

  Pero he leído que a Albert, el Kandinsky de las palabras, “me la suda la ecología”. ¿Por qué la hizo, entonces? “No sé, salió así. Pero por mí como si asfaltan el planeta entero. Cuando lo terminen, cuando vayan por el Everest, yo ya no estaré aquí, estaré muerto. Por mí, que el planeta fuera todo verde, pero la gente quiere casas, quiere carreteras que les lleven de un sitio a otro”.

  Me voy acostumbrando a unas respuestas que me empiezan a fascinar. Si no ha sido por conciencia ecológica, ¿por qué se mete a hacer una obra así? ¿qué quería transmitir? “No trato de comunicar nada. Esto empezó porque quería hacer un vídeo en el ordenador para que mis amigos vinieran a casa. Y se nos alargó tanto que teníamos una película. Pero esto me pasa muchas veces, me complico. Como cuando quiero hacer una canción de un verso”.

  Desde el punto de vista del género, El malo de la película es un espectáculo teatral vanguardista, con un montaje que bebe del cine y de la televisión. “No sé, hay gente que lo califica como multimedia, yo digo que es multimierda”. En una pantalla gigante que ocupa el epicentro del escenario y de la historia, “Terremoto Pla” y Judit Farrés son “el hilo conductor. Y bueno, tocamos dos o tres canciones”. Para esta aventura han colaborado los directores de cine Juanma Bajo Ulloa, Cesc Gai y Joaquim Jordá (que falleció en junio del año pasado).

  ¿Qué aportaron a la obra? “Sí, bueno, hicieron de actores. Y claro, ellos son directores y me enseñaron algunos trucos sobre cómo hacer las conversaciones. Yo nunca había hecho una peli”. Cierto… ¿Por qué te dio por meterte a autor teatral? “Ya había hecho otras cosas parecidas”. Ese tío. ¿Y decían que lo de Jimi Hendrix era psicodelia? Y un huevo. “Cosas parecidas” es Canciones de amor y droga, un espectáculo donde también intervino Judit Farrés.

  Cuando normalizo mi asombro, recuerdo que estamos hablando de una obra sobre la corrupción urbanística y caigo en la cuenta de que para pagar mi hipoteca tengo tres trabajos. ¿Crees que los jóvenes nos quejamos mucho pero no nos movemos lo suficiente para reclamar el derecho a una vivienda digna?, le pregunto. Y ahora viene su respuesta, agárrense, fans de lo políticamente correcto, admiradores de lo absolutamente racional: “Yo creo que sí, que sí, que bombas”.

  De puta madre. “Yo creo que sí, que sí, que bombas”. Me da la risa, no sé si la de la incomprensión o la del incomprendido. La comparte conmigo con tranquilidad mientras se me dispara: ¿qué quiere decir eso para alguien que no vive en la cabeza de Albert Pla? Pues que para que te empiecen a escuchar, pues bombas. A los catalanes no nos conocen en latinoamérica, ¿no? ¿A quién conocen? A los vascos… porque alguien de ahí pone bombas”. Muy jevi.

  Lo ha dicho con una tranquilidad pasmosa. Es su provocación, su manera de decir que para ser escuchado hay que hacer ruido. Quiero pensar así. Recuerdo que en 1993, Albert Plá quiso que su discográfica, BMG, le publicara un disco donde se encontraba la canción La dejo o no la dejo, sobre un chico que no sabe si abandonar a su novia o no porque ella es terrorista.

  Después de un informe interno, BMG se negó a sacar el álbum Veintegenarios ante la posibilidad de que se denunciara a la compañía por apología del terrorismo. Pero el cantautor la interpretaba en sus conciertos y la discográfica decidió publicar en 1996 el disco censurado tres años atrás, bajo el nombre Veintegenarios en Alburquerque. Decido obviar la última respuesta.

  Le confieso al artista que mientras me documentaba para hablar con él, he leído en las entrevistas -todas ellas lacónicas y abstractas- los lamentos de los redactores por no poder sacarle nada coherente. Le pregunto por qué una persona tan creativa, animal de escenario como es él, se comporta de esa forma. “Hablo con gente que no me conoce y que me pregunta estupideces”. Mi cerebro me aconseja no darme por aludido, yo sólo pretendía que me hablara de una obra que viene a representar a la ciudad. Lanzo un último órdago. Total, por unos rastrojos…

  ¿Demuestran obras como la tuya que en este país podemos reírnos de todo, que goza de una buena salud democrática? “No entiendo de risa, ni de salud, ni de democracia”. ¿Cómo es que no entiendes de risa si escribes comedias teatrales? “No sé, la risa es de cada uno, como la juventud”. Le he preguntado más cosas, pero da igual. Son “estupideces”. Bueno, os regalo la última, va. En septiembre, Albert Plá publicó un artículo donde decía que estaba cansado de que en internet la gente dijera cosas en su nombre, cosas con las que él no estaba de acuerdo. ¿Después de tu artículo, se ha arreglado todo aquello? “No sé”.

  Quiero premio Pulitzer ya. Apunten mi nombre: Sergio Fernández