Tü Opinión  

Retirada (I)

Un texto de Juanma Agulles

14/10/2011 - 15:08

  Así nos batimos en retirada, pensando que nos lanzamos a una aventura estimulante, corriendo asustados al refugio de las medias mentiras que nos calman la inquietud, que nos hacen la existencia más fácil. Así coloreamos nuestra derrota para poder soportarla, y optamos por la comodidad de la corriente que nos lleva, como sonámbulos, hacia una existencia vegetativa; donde el deseo se ha aplacado por fin, y una felicidad falsa, impuesta por las imágenes de un amor ególatra y estúpido que no hace más que mirarse el ombligo, sustituyen la verdadera tarea de amar algo en este mundo plastificado e insulso.

  Así nos hacemos felices, proyectamos hacia el futuro esperanzas absurdas de realización personal dentro de un desastre colectivo de dimensiones inhumanas. Apostamos por nuestras carreras, nuestras relaciones, nuestras vidas, como quien cotiza en bolsa, con un cálculo milimétrico de las posibilidades de éxito o fracaso; eficientes hasta la náusea.

  Adoptamos entonces ese aire resuelto de quienes "saben lo que quieren", cuando en realidad nuestro razonable sentido común no es más que una monumental estafa, una coartada endeble para nuestra responsabilidad que hace tiempo nos encargamos de echar al vertedero, junto con aquello que nos quedaba de humanos. Nuestra sonrisa de satisfacción es el rictus nervioso de quien se muere de miedo sólo con pensar que algo de lo conseguido se vea cuestionado.

 Alrededor, las voces de nuestros más cercanos congéneres nos dicen: "Adelante, adelante, tú piensa en ti, tú a lo tuyo". Y así obtenemos la bendición de los imbéciles, la consagración de los asesinos. Qué cinismo tan cómodo nos hemos fabricado para soportar el proceso que nos despoja lentamente de nuestra libertad de juicio y nos convierte, poco a poco, en menos que animales. Nos ataviamos con las inquietudes culturales, los compromisos políticos, el activismo reformista, para disfrazar nuestra total desnudez ante la barbarie histórica que seguimos alimentando. Y eso nos conforma.

Resaltado: 'ES MÁS HIGIÉNICO, Y TIENE MÁS POSIBILIDADES DE ÉXITO, APRENDER A NO PENSAR Y EXPRESAR, COMO TANTOS, NUESTRO MIEDO DISFRAZADO DE ELECCIÓN RACIONAL'

  Elegimos el amor como quien se compra un coche. Hacemos previsiones, evaluaciones, creyendo que decidimos algo "¿Será mi media naranja? ¿Qué porcentaje de afinidad tendremos? ¿Podremos hacer cosas juntos?" La estupidez racional se convierte en una irracional censura de cualquier sentimiento. Nada que desborde nuestros cálculos. ¿Por qué? Porque duele menos que tratar de detener el avance de la máquina de la que formamos parte. Es más higiénico, y tiene más posibilidades de éxito, aprender a no pensar y expresar, como tantos, nuestro miedo disfrazado de elección racional.

  Nuestra soberbia no tiene límites. Nos permitimos la tragedia en las cuestiones más íntimas, pero nos quedamos fríos ante el derrumbe de la humanidad, ante los miles de muertos acumulados bajo nuestra vida de sujetos-masa. Lo que se debe resolver con el lenguaje del cuerpo, las caricias y el calor, se intelectualiza y adopta la forma de una elección financiera, de una fusión de dos empresas: '¿Será rentable esta relación? ¿Subirán mis activos al fusionarme con su vida? ¿Disponen de crédito y aval sus sentimientos?'

  Y así nos entretenemos mientras todo lo demás se va pudriendo ante nuestras narices, sin que el olor nos haga sospechar siquiera lo cerca que estamos de estar muertos. Nos hemos acostumbrado a ese perfume de banalidad, estupidez y aburrimiento que destila nuestra existencia. Es la mejor forma de convertirse en material utilizable para la maquinaria perfecta del adocenamiento. Por eso nos ordenan: '¡Sea feliz! ¡Sea conformista! ¡Sea revolucionario! Sea idiota.' Y así aceptamos contentos la gran variedad de opciones a nuestro alcance para elegir con qué cara queremos presentarnos a nuestro funeral.

Segunda parte del artículo, aquí.